lunes, 1 de marzo de 2010
miércoles, 30 de diciembre de 2009
Antonine Artaud
Necesito a mi lado una mujer sencilla y equilibrada, y cuya alma agitada y oscura no alimentara continuamente mi desesperación. Los últimos tiempos te veía siempre con un sentimiento de temor e incomodidad. Sé muy bien que tus inquietudes por mí son a causa de tu amor, pero es tu alma enferma y malformada como la mía la que exaspera esas inquietudes y te corrompe la sangre.
No quiero seguir viviendo contigo bajo el miedo.
Agregaré que además necesito unas mujer que sea mía exclusivamente, y que pueda encontrar en todo momento en mi casa.
Estoy aturdido de soledad. Por la noche no puedo regresar a un cuarto solo sin tener a mi alcance ninguna de las comodidades
de la vida. Me hace falta un hogar y lo necesito enseguida, y una mujer que se ocupe de mí permanentemente, incapaz como soy
de ocuparme de nada, que se ocupe de mí hasta de los más insignificante. Una artista como tú tiene su vida y no puede hacer otra cosa. Todo lo que te digo es de una mezquindad atroz, pero es así. No es preciso siquiera que esa mujer sea hermosa, tampoco quiero que tenga una excesiva inteligencia, y menos aún que piense demasiado. Con que se apegue a mí es suficiente.
Pienso que sabrás reconocer la enorme franqueza con que te hablo y sabrás darme la siguiente prueba de tu inteligencia: comprender muy bien que todo lo que te digo no rebaja en nada la profunda ternura, y el indecible sentimiento de amor que te tengo y seguiré teniendo inalienablemente por ti, pero ese sentimiento no guarda ninguna relación con el devenir corriente de la vida. La vida es para vivirse. Son demasiadas las cosas que me unen a ti para que te pide que lo nuestro se rompa; sólo te pido que cambiemos nuestras relaciones, que cada uno se construya una vida diferente, pero que no nos desunirá más.
Extrait de "L'ombilic des Limbes, Le pèse nerfs" 1926
Versión de L.S.
lunes, 14 de diciembre de 2009
Invisible
lunes, 30 de noviembre de 2009
Primera carta conyugal - Antonie Artaud.
Cada una de tus cartas aumenta la incomprensión y la estrechez de espíritu de las anteriores; juzgas con tu sexo
y no con tu pensamiento como lo hacen todas las mujeres.
Confundirme yo, con tus razones. ¡Te burlas! Pero lo que me irritaba era verte volver sobre las razones que hacían tabla rasa
sobre mis razonamientos, cuando uno de esos mismos te había llevado a la evidencia.
Todos tus razonamientos y tus infinitas disputas no podrán impedir que no sepas nada de mi vida y que me condenes
por un mínimo fragmento de ella misma. No debería siquiera serme necesario justificarme ante ti si sólo fueras, tú misma, una mujer prudente y equilibrada, pero tu imaginación te enloquece, una sensibilidad sobre aguda que no te permite enfrentar la verdad. Contigo cualquier discusión es imposible.
Sólo me queda decirte una cosa: mi espíritu siempre fue confuso, un achatamiento del cuerpo y del alma, esa suerte de contracción de todos mis nervios. Si me hubieras visto hace algunos años, por períodos más o menos cercanos, antes aún
de que en mi se sospechara el uso del que tú me recriminas, dejarías de extrañarte, ahora, del retorno de esos fenómenos.
Si por otra parte estás convencida, si te parece que su reincidencia se debe a ello, entonces no hay nada que decir, contra un sentimiento no se puede luchar.
De cualquier manera ya no puedo contar contigo en mi angustia, ya que te niegas a ocuparte de la parte de mí más afectada:
mi alma.
No me has juzgado, por otra parte, nunca de otra manera que por mi aspecto externo como hacen todas las mujeres,
como hacen todos los imbéciles, cuando lo que está más destruido, más arruinado es mi alma interior; y no puedo perdonarte eso, pues las dos no siempre coinciden, desafortunadamente para mí. En cuanto a lo demás, te prohibo hablar otra vez.
Extrait de "L'ombilic des Limbes, Le pèse nerfs" 1926
miércoles, 11 de noviembre de 2009
La cara llena de cables
enroscados bajo la piel
bajo la carne los huesos
minuciosos nudos trasparentes.
Un grito helado se expande
desgarra la boca
los labios brillan intactos
tirantes soportes de aquel gesto.
La mueca
se impregna en la cara
en los ojos que antes lloraban
y ahora solo recuerdan.
Los músculos sostienen incansables
el impacto de la pérdida
y retienen
retienen todo en la memoria.
Cada lágrima
suelta un puñado de alivio
la respiración abre las manos
la cara se desnuda
los ojos balcones vacíos
y me asomo para ver lo posible.
jueves, 1 de octubre de 2009
que descalifiques mis movimientos.
Volver a ese lenguaje incomprensible
emociones sórdidas, excitantes
cables de información que no comunican
enredando huesos fríos y blancos como la soledad.
Volver al pantano de ojos que me sumergen inocente
escuchar lo inseguro de mis pasos bajo esa risa filosa
voraz, virgen, vomitiva, vanidosa, valida
violenta como la voz gritando la caída vertical.
Necesito raspar el miedo agolpado en las uñas
sobre tu espalda, sin mirarte
para devolverte las marcas que destacaron mi orgullo
y demostrarte que gracias a tu desprecio insaciable
descubrí un placer invencible.
Estoy dispuesta a enfrentar tus disculpas
por eso reanudemos la batalla.