lunes, 30 de noviembre de 2009

Primera carta conyugal - Antonie Artaud.

Cada una de tus cartas aumenta la incomprensión y la estrechez de espíritu de las anteriores; juzgas con tu sexo
y no con tu pensamiento como lo hacen todas las mujeres.
Confundirme yo, con tus razones. ¡Te burlas! Pero lo que me irritaba era verte volver sobre las razones que hacían tabla rasa
sobre mis razonamientos, cuando uno de esos mismos te había llevado a la evidencia.

Todos tus razonamientos y tus infinitas disputas no podrán impedir que no sepas nada de mi vida y que me condenes
por un mínimo fragmento de ella misma. No debería siquiera serme necesario justificarme ante ti si sólo fueras, tú misma, una mujer prudente y equilibrada, pero tu imaginación te enloquece, una sensibilidad sobre aguda que no te permite enfrentar la verdad. Contigo cualquier discusión es imposible.

Sólo me queda decirte una cosa: mi espíritu siempre fue confuso, un achatamiento del cuerpo y del alma, esa suerte de contracción de todos mis nervios. Si me hubieras visto hace algunos años, por períodos más o menos cercanos, antes aún
de que en mi se sospechara el uso del que tú me recriminas, dejarías de extrañarte, ahora, del retorno de esos fenómenos.
Si por otra parte estás convencida, si te parece que su reincidencia se debe a ello, entonces no hay nada que decir, contra un sentimiento no se puede luchar.
De cualquier manera ya no puedo contar contigo en mi angustia, ya que te niegas a ocuparte de la parte de mí más afectada:
mi alma.

No me has juzgado, por otra parte, nunca de otra manera que por mi aspecto externo como hacen todas las mujeres,
como hacen todos los imbéciles, cuando lo que está más destruido, más arruinado es mi alma interior; y no puedo perdonarte eso, pues las dos no siempre coinciden, desafortunadamente para mí. En cuanto a lo demás, te prohibo hablar otra vez.

Extrait de "L'ombilic des Limbes, Le pèse nerfs" 1926

miércoles, 11 de noviembre de 2009




When you're strange
Faces come out of the rain.....

La cara llena de cables

enroscados bajo la piel

bajo la carne los huesos

minuciosos nudos trasparentes.

Un grito helado se expande

desgarra la boca

los labios brillan intactos

tirantes soportes de aquel gesto.

La mueca

se impregna en la cara

en los ojos que antes lloraban

y ahora solo recuerdan.

Los músculos sostienen incansables

el impacto de la pérdida

y retienen

retienen todo en la memoria.

Cada lágrima

suelta un puñado de alivio

la respiración abre las manos

la cara se desnuda

los ojos balcones vacíos

y me asomo para ver lo posible.

jueves, 1 de octubre de 2009

Necesito reencontrarme con tu crueldad absurda

que descalifiques mis movimientos.

Volver a ese lenguaje incomprensible

emociones sórdidas, excitantes

cables de información que no comunican

enredando huesos fríos y blancos como la soledad.

Volver al pantano de ojos que me sumergen inocente

escuchar lo inseguro de mis pasos bajo esa risa filosa

voraz, virgen, vomitiva, vanidosa, valida

violenta como la voz gritando la caída vertical.

Necesito raspar el miedo agolpado en las uñas

sobre tu espalda, sin mirarte

para devolverte las marcas que destacaron mi orgullo

y demostrarte que gracias a tu desprecio insaciable

descubrí un placer invencible.

Estoy dispuesta a enfrentar tus disculpas

por eso reanudemos la batalla.

jueves, 24 de septiembre de 2009

miércoles, 15 de julio de 2009

LA MUJER ROTA-

Simone de Beavoir


24 de marzo

Listo. Colette y jean Pierre me esperaban. Cené en casa de ellos.
Me han acompañado hasta aquí. La ventana estaba negra; siempre estará negra.
Subimos la escalera, ellos dejaron las valijas en el living. No quise que Colette se quedara a dormir: tendré que acostubrarme. Me senté delante de la mesa. Estoy sentada. Y miro esas dos puertas: el ecritorio de Maurice; nuestra habitación. Cerradas. Una puerta cerrada, algo que acecha detrás. No se abrirá si yo no me muevo; jamás. Detener el tiempo y la vida.
Pero sé que me moveré. La puerta se abrirá lentamente y veré lo que hay detrás de la puerta. Es el porvenir. La puerta del porvenir va a abrirse. Lentamente. Implacablemente. Estoy sobre el umbral. No hay más que esta puerta y lo que acecha detrás. Tengo miedo. Y no puedo llamar a nadsie en mi auxilio.
Tengo miedo.

miércoles, 22 de abril de 2009

CANCIÓN PSEUDO - SADO - ERO - MASO.

Autora- Elizabeth Neira.

Esta noche mi amor voy a ser tu hombre, voy a atacarte con la ferocidad de una cobra alzada
en mortal danza. Esta noche te amarraré a la cama
mi princesita de leche.
Pero primero afeitaré esa barba, ese pecho que es
una selva y las columnas perfectas de tus piernas
hasta hacerte parecer un maniquí.

Quiero tenerte ante mi desnudo como un cristal,
crucificado a la cama como un Cristo agónico.
Yo en cambio vestiré de cuero y púas,
como a ti te gusta...Caramelito

Antes de empezar untaré miel en la punta de tu
sexo y con mis calzoncitos fragantes haré
una bola para taponear tu boca.
Luego bailaré y bailaré con las piernas abiertas sobre ti,
y en cada bajada de la coreografía restregaré
mi sexo descubierto contra tu nariz.

Luego te lameré largamente,
morderé con delicadeza de
cirujano las rozas maduras y abiertas de tus
pezones, correré por tu cuerpo como un ejército
de hormigas devoradoras. No perdonaré rincón
alguno, cavidades secretas, túneles, montículos, articulaciones.
Sudarás, torcerás tus bracitos de ángel, tu respiración
me dará las pistas de tu agonía.

Finalmente me concentraré sólo en tu ya
muy erecto pene. Esa réplica tan simpática de ti y del
obelisco de Buenos Aires. Me detendré ahí, me
quedaré horas y horas, gastando saliva, abriendo
y cerrando la boca, de arriba hacia abajo, hasta
dislocar mi mandíbula y sentir en la punta húmeda
de mi lengua las descargas de tu desorden eléctrico.

Entonces en el momento más alto, cuando estés a
punto de reventar, mi bien, meteré mi dedo sodomita
por tu culo de virgen casta.

LO METERÉ HASTA EL FONDO, SIN CONTEMPLACIÓN NI VASELINA, CON UÑAS, ANILLOS Y TODO. HARÉ CÍRCULOS CON ÉL AHÍ DENTRO. TALADRARÉ COMO UN ENANITO VIOLADOR MIENTRAS TE RETUERCES DE DOLOR.

Y para terminar te regalaré mi boca, que sea ésta
la fuente donde descargues al fin la simiente tibia
que se agolpa en tus íntimos conductos.
Esta noche mi amor
voy a ser tu hombre.