jueves, 17 de enero de 2008
Cuando creías haberme atrapado entre sueños, mi cuerpo comenzó a vibrar frágil desnudándose de tus brazos, revoloteando hasta sacudir la cama.
Te asustaste, y en tu asombro revolviste las sábanas buscándome, hasta quedar rendido, solo y dormido.
La luz se filtró delgada por la persiana tiñendo de púrpura las paredes de la habitación, donde dormías acurrucado en el medio de la cama como un carozo de fruta.
La claridad del cuarto ya era de un rosa opaco y empecé a enroscarme suave como una lila por tus pies, apretándote en las nalgas, ondulándome turquesa por tu espalda
y te sentí respirar
Por la nuca me até fucsia, gruesas lenguas ajustaban tu cuello
y silbabas.
Mientras trepaba por tus orejas rojo fuego reías.
Ya estabas despierto - ¡Buen día! - dije desde tus labios y abrí las alas despegándome de tu cuerpo.
Te diste vuelta y boca arriba me buscabas. Tus ojos corrían por el techo sin pestañear.
Un aura brillante y majestuosa invadió la habitación
altar de rituales
Entonces aparecí sagrada y enfrentados me observabas
Sin comulgar admirabas mi cuerpo en oración
Hipnotizado
bailaste bajo mis ojos violetas
a danza de los cuatro brazos.
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