¡Hola! ¡Cómo estás, tanto tiempo! Seguro que bien a tu manera.
¿Cuándo queres que valla para tu casa? Cierto que te molesta armar una cita.
Bueno, vamos a practicar: Voy un domingo, aunque no sea el día que más me guste, porque el lunes no trabajas.
Cuando abrís la puerta del edificio ninguno de los dos habla.
Pasamos por adelante del espejo de la entrada. No nos miramos.
Entramos en tu departamento. Hay olor a sahumerio. Pones un CD de 2pac, me gusta, es romántico pero doloroso. Compraste una pava para el mate así que la pones sobre el fuego.
Es de tardecita. No me importa que puedas estar con resaca del sábado,hay mucha luz en tu casa a esta hora.
Llevamos el mate a la cama. Sigue estando ese acolchado tan colorido, me da risa pensar que lo pusiste vos. Me acuesto del lado derecho, esta vez no miro para el lado de la ventana que da al patio. Te miro a vos. Tenes los ojos cerrados. Te acaricio la cabeza aunque me cuesta hacer caricias y me impresiona la cicatriz que corona tu mollera desnuda. Te acaricio la frente, mis uñas pintadas de dorado rodean tu tercer ojo y se desliza hasta la lagrima que tatúa tu mejilla. Parece una esquirla de metal. Tus ojos siguen cerrados. Mi lengua delinea tus labios, están intactos, decorados por un bigote oscuro. Sabes que me encantan los pelos de tu piel blanca y te sacas la remera. Quiero subir sobre tu cuerpo. Me agarras de la cintura y me posas frente a tus ojos. Ya sin remera apoyo las tetas sobre la alfombra de tu pecho y descanso mi cabeza en tu cuello. Pienso en muchas cosas para reprocharte, pero realmente ya no sirve de nada. No me darías ninguna explicación.
jueves, 10 de enero de 2008
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