jueves, 11 de septiembre de 2008

A pala y pico

Aseguré el entierro sin preludio alguno.
Mientras esforzaba lo último en puñados de tierra
vino a mí una estampida de recuerdos frescos para atacarme por última vez.

Me alejé como un disparo
para disuadir cualquier posibilidad de venganza
saltando al grito de ¡Libertad!




Pesadillas a la hora de la siesta. Guacha editora 2005

lunes, 8 de septiembre de 2008

Ella... (let me in the blues) V

Los domingos no son buenos días para tomar decisiones.
Yo no estoy acostumbrada a pedir opiniones y tampoco me gusta darle a nadie mi propio punto de vista sobre cosas que me son ajenas.
Algo que obtuve desde muy chica fue una capacidad para tomar mis propias decisiones, algo así como seguir un hilo fuerte y dorado que enlazaba cada situación, cada acontecimiento con un destino superior a la comprensión racional que me organiza.
A lo largo de mi vida siempre percibí dos opciones: si o no, derecha o izquierda, arriba o abajo, derecho o revés, y siempre, pero siempre sentí la completa seguridad de mis elecciones, prescindiendo de todo tipo de juicio moral. Los resultados no dependían de mi decisión, eso estaba más allá de mi voluntad.
Yo supe desde pequeña que nunca estaría sola, que Ella no sólo era parte de mí sino que siempre estaba conmigo y por eso nunca creí realmente en la soledad. Ella me hacía sentir parte de un todo, no más importante que un animal, una planta o una herramienta.
Entonces descubrí, tras un manto de silencio, el valor esencial que tenían las cosas que habitaban a mí alrededor.
Empecé a percibir un lenguaje que no siempre tenía sonidos, pero con el que se podía conversar. Era un lenguaje que Ella usaba con el mundo exterior, con las cosas inanimadas en apariencia. Era una comunicación entre energías. Yo aprendí a percibir el significado oculto de las cosas que tenían relación conmigo, de las cosas materiales mayormente. Descifraba el mensaje de los objetos que podía ver o tocar y comprendía cual era la verdadera relación que tenían conmigo. Entendí que tenían una manera muy silenciosa de ayudarme a tomar decisiones. Me ofrecían señales en las que yo podía confiar y eran las únicas que necesitaba para estar segura de mi elección.
Tranquilamente me sumerjo en situaciones, emprendo viajes, me muevo desinteresadamente como las paginas de una revista, confío en mi sonrisa y mis gestos son siempre precisos. Estoy rodeada por una atmósfera familiar, mi andar tiene un ritmo que no desentona con mi voz, todo es una perfecta conexión, no hay casualidad que salpique el paisaje.
Es porque creo que existe un destino que me mueve por el mundo y se refleja en las cosas y en la gente. Pero en esta última es más opaco el reflejo. No tengo tanta facilidad para conjugarme con las personas y a Ella la desorientan bastante. En cada relación aparente creo vislumbrar el brillo de ese hilo que me muestra el destino y Ella acude a las señales que muestran los objetos que me rodean, en esos momentos de confusión.
Con respecto al género humano soy parte de esta condición, por eso repaso para darme valor lo que comparto con esta especie: por empezar el planeta tierra, el espacio físico pero conjuntamente con un momento histórico, es decir en una misma porción de tiempo. Y el tiempo es lo que unifica las cosas creando acontecimientos. Pero a la vez es algo tan propio, tan valioso, que cada persona tiene un ritmo característico muy distinto al de los demás.
Por eso en un vínculo los tiempos se complementan, hacen un único compás.

Compartir el tiempo, era lo que mas me costaba. En el contacto con las otras personas me sentía a destiempo. El tiempo que me poseía era como una marea. Había momentos donde las corrientes eran calmas, ahí las palabras fluían como agua, mis pensamientos eran transparentes y había sabiduría en mis movimientos. De la tranquilidad nacían las olas, al principio creadas por la aventura, pequeñas y espaciadas, de crestas rebeldes y burlonas, que rompían escandalosas contra la calma. Las olas crecían mientras la marea subía, eran repentinas y de fuerte impacto, capaces de arrastrar hasta las profundidades. La marea revuelta predominaba y nadie quería sumergirse en aguas tan espesas.
Era difícil mantener un ritmo calmo y armónico. El mar y Ella tenían el mismo ritmo, por eso yo sentía sobre mí la energía dominante de la naturaleza.
Mi tiempo y su energía estaban regidos por la Luna, quien regulaba mis movimientos de ansiedad o de serenidad. Durante la noche el tiempo cobraba otras dimensiones, los impulsos eran mas intensos, pero el brillo de la Luna iluminaba mis pensamientos, protegiéndome de la oscuridad y era la única que podía decirme que hacer cuando el miedo se apoderaba de mi.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Transfusión de mercurio

Claras noches
largas y plateadas,
bebiendo muerte en cada herida
sangro a gritos.

Hoy no voy a llorar
ya casi no lo hago.
Mi lengua se traga hecha un nudo de plomo que cae pesado.

Ya no hay nada que hablar
sólo decirlo de otra forma.

Colgate

Quiero que me llenes de ese líquido verde
que usas para enjuagarte los dientes
tan blancos que tenés!
y me refresques, me desinfectes, me desodorices.

Ser inmune de nuevo
para ser nociva otra vez
sin que mis besos te enchastren
o ensucien tu timidez.

Si aprendieras a usurparme
secuestrarme o profanarme
comprenderías cariño mío
lo divertido que es enamorarme.

Me cansé de perseguirte
de buscarte y encontrarte
y que desaproveches las oportunidades
que tanto me cuestan proporcionarte.

Así que hoy por hoy
no estoy solamente para vos
pero cuando quieras recordar
que soy tan profunda como el mar
no tenés mas que oler mis rastros
bañarte y llamar.




Pesadillas a la hora de la siesta Guacha editora 2005

viernes, 5 de septiembre de 2008

*************

Puede ser que mi risa
destiña tus palabras
y el nudo de tu furia
ruborice mi rabia.




Pero tengo callos en los ojos
de andar callada.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Ella... (let me in the blues) IV

Eran momentos, pero de mucha intensidad.
Brutalmente yo pasaba a un segundo plano, a un refugio de persuasión y cobardía.
Inconmensurable toda ella reaparecía: era un retorno desde el triunfo, decidida a proclamarse como la única e insuperable.
En esos momentos algo cambiaba en mi manera de caminar, los pasos se alargaban como lengüetazas, eran firmes y ruidosos.


Ese día yo había salido bajo la lluvia corriendo por las calles, aterrorizada tratando de esquivar los llamados telefónicos de Franco, quien como novio era parte del pasado pero regresaba como amante itinerante. Realmente era ella quien lo llamaba. Era su caballito de batalla con el que intentaba confundirme. Me atormentaba con pensamiento negativos, me cuestionaba su desaparición comparándolo con un muerto. -Y si no está muerto porqué no lo llamas?- me decía. Y me degradaba hasta lograr hacerme tener conmiseración de mi misma.
Entonces ella agarraba el teléfono y lo llamaba, tenían conversaciones cortas pero concretas donde acordaban lugar y horario de encuentro.

Ese día ella telefoneó a su casa y en el contestador automático dejó dicho que no se sentía bien y que necesitaba hablar con el urgentemente.
En un intento por volver a tomar el control, violentamente forzada ante la situación de tener que hablar seriamente con Franco, salí de mi casa como queriendo huir de mi cuerpo.
En la calle caía una lluvia aguda y constante, yo caminaba rápido pero sin saber para donde. La calle era una incertidumbre y empecé a sentirme mareada.
Ella estaba decidida, sabía donde vivía Franco y sin más me arrastro sobre los pies con su paso firme.

Llego a su casa y tomo el ascensor.
Me declaro en subida permanente.
Soy como la fiebre y en 40 grados llego a la puerta de su casa.
No toco el timbre, golpeo dos veces en seco.
El abre sin saber porque estoy ahí (yo tampoco)
No pude advertirle, no tuve tiempo.
Todavía desde la puerta ella dice
- No aguanto más, necesito que me toques ahora-
y apago el cigarro sin mirarlo.
Asustado me dice que pase.
Entro y me quedo de espaldas a él
no estoy muy segura de lo que voy a hacer
pero estoy poseída.
El se acerca por detrás hasta respirarme en el cuello
buscándome con el olfato como los animales.
Permanezco quieta sintiendo un escalofrío
mi piel se eriza como en alerta.
Despacio me suelta el pelo, eso me alivia.
Tomo aire profundamente, ya no me siento ahogada
quiero girar para ver si sigue asombrado
pero enlaza sus brazos por detrás, reteniéndome de espaldas.
Sus manos rasposas entran por el escote
no tengo corpiño y mis tetas están firmes
me inclino hacia delante para que las agarre pesadas.
Ella le entrega mis tetas que se agrandan en sus manos
calientes como incubadoras.
De mi boca salen palabras que no quería decir
pero yo ya estoy rendida ante ella
no puedo seguir resistiéndome.
El impulso me domina.

Franco tenía una capacidad especial que hacía que ella lo siguiera reclamando. De alguna manera el era el único hombre hasta ahora que sabía diferenciarme de ella y a la vez la respetaba sin cuestionarme. Franco la contenía sin sentirse ultrajado, era como si la entendiera sin darle la razón. Sabía que ella era injustamente caprichosa y había comprobado que no era capaz de enamorarla. Ella era insaciable.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Borboleta



Cuando creías haberme atrapado entre sueños
mi cuerpo comenzó a vibrar frágil, desnudándose de tus brazos
revoloteando hasta sacudir la cama.
Te asustaste
y en tu asombro revolviste las sábanas buscándome
hasta quedar rendido, solo y dormido.
La luz se filtró delgada por la persiana
tiñendo de púrpura las paredes de la habitación
donde dormías acurrucado en el medio de la cama
como un carozo de fruta.
La claridad del cuarto ya era de un rosa opaco
y empecé a enroscarme suave como una lila por tus pies
apretándote en las nalgas, ondulándome turquesa por tu espalda
y te sentí respirar.
Por la nuca me até fucsia
gruesas lenguas ajustaban tu cuello.
Mientras trepaba por tus orejas rojo fuego
reías y te escuché.
Ya estabas despierto
¡Buen día! - dije desde tus labios
y abrí las alas despegándome de tu cuerpo.
Te diste vuelta, boca arriba me buscabas.
Tus ojos corrían por el techo sin pestañear.

Un aura brillante y majestuosa invadió la habitación
altar de rituales

Entonces aparecí sagrada
y enfrentados me observabas.
Sin comulgar admirabas mi cuerpo en oración.
Hipnotizado
bailaste bajo mis ojos violetas
la danza de los cuatro brazos.

Dibujo de Boris Vallejo.