Aseguré el entierro sin preludio alguno.
Mientras esforzaba lo último en puñados de tierra
vino a mí una estampida de recuerdos frescos para atacarme por última vez.
Me alejé como un disparo
para disuadir cualquier posibilidad de venganza
saltando al grito de ¡Libertad!
Pesadillas a la hora de la siesta. Guacha editora 2005
jueves, 11 de septiembre de 2008
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