Ese domingo yo había dormido profundo hasta tarde.
Me extraviaba boca arriba
en posiciones cómodas
en movimientos placidos
que me desorientaban al volver repentinamente
a un presente estático.
Había soñado con el.
El refluía de las catacumbas y estaba conmigo
diciéndome palabras tan suaves que me daban ganas de llorar
pero no lloraba, el aire cálido se volvía húmedo, pesado
entonces llovía y el me seguía por la calle
sabía que donde yo fuera lo iba a estar esperando
se sentía en el aire pegajoso como el azúcar
mientras se va derritiendo bajo el sol.
Ahora me sentía dulce
y me daba cuenta porque el me hablaba
con la ternura con la que se le habla a los niños,
como contándome un cuento
me decía - quiero hacer una poesía de vos –acariciándome suave
hamacando mi cuerpo colgado de sus brazos
que le entregue mi peso, mi fuerza, mis deseos y mis penas
para estar liviana y poder suspenderme en la atmósfera
y ser sólo espíritu.
No era la muerte
era un sueño
no existía la muerte entre nosotros.
lunes, 29 de septiembre de 2008
domingo, 28 de septiembre de 2008
Manos como guirnaldas
que adornan mi pelo
papel barrilete.
Manos que aplauden libres
cabalgata de caballos
que no saben cuándo van a detenerse.
Manos calientes
que se hunden en la piel
en la plaza
derritiéndome el cuerpo
manzana acaramelada.
Manos que tapan
manos que sostienen
manos que atrapan
que ofrecen
que reciben.
Manos vivas
de cuerpo propio
que adornan mi pelo
papel barrilete.
Manos que aplauden libres
cabalgata de caballos
que no saben cuándo van a detenerse.
Manos calientes
que se hunden en la piel
en la plaza
derritiéndome el cuerpo
manzana acaramelada.
Manos que tapan
manos que sostienen
manos que atrapan
que ofrecen
que reciben.
Manos vivas
de cuerpo propio
lunes, 22 de septiembre de 2008
La carrera
Salto el pozo
sigo.
Mis piernas tiemblan la emoción de vengarse.
Supe esquivar cualquier obstáculo
eso se terminó.
La velocidad
la fuerza que me empuja y me retiene
dominando al placer
despierta en mí el sentido más fugaz.
Escapo de la cuenta regresiva en la que estoy atrapada.
Eso me está sacando el sueño
está marcando mi sangre.
Creo en la muerte
en las noches agradezco su carne y su cielo.
Me revuelvo las tripas para desafiar mi templanza
y me arde la garganta de tanto vomitar.
sigo.
Mis piernas tiemblan la emoción de vengarse.
Supe esquivar cualquier obstáculo
eso se terminó.
La velocidad
la fuerza que me empuja y me retiene
dominando al placer
despierta en mí el sentido más fugaz.
Escapo de la cuenta regresiva en la que estoy atrapada.
Eso me está sacando el sueño
está marcando mi sangre.
Creo en la muerte
en las noches agradezco su carne y su cielo.
Me revuelvo las tripas para desafiar mi templanza
y me arde la garganta de tanto vomitar.
jueves, 18 de septiembre de 2008
lunes, 15 de septiembre de 2008
Ella... (let me in the blues) VI
Ese domingo la tarde estaba pálida y la Luna asomaba transparente como una uña.
Yo miraba el cielo a lo largo, tendida en el pasto, pensativa.
Contaba cuántos pájaros volaban y atravesaban mi visión.
Ese día Ella había estado triste por completo. Me había despertado a la madrugada temprano con la garganta llena de angustia.
Se preguntaba muy preocupada por qué no había podido enamorarse de ese hombre que sinceramente la amaba. Se preguntaba e inmediatamente se sentía culpable. No había podido sostener uno de los sentimientos más valiosos del ser humano.
No creía lo suficientemente en el amor? No se sentía merecedora?
Era un sentimiento desconocido para Ella. Mientras tanto, yo tomaba mate y miraba como los árboles iban tomando color bajo el sol de la mañana.
El amor existe pero no es como lo imaginás. Yo trataba de consolarla diciéndole que el amor era como el Sol, era una energía creadora más que un sentimiento de conquista y de posesión como el que él había tenido por Ella.
Yo había nacido gracias a esta energía creadora. Ella tenía que recuperar la esperanza para reconocer al amor porque formaba parte de la esencia de mi ser.
Estas palabras la tranquilizaban y tuvo ganas de salir a la calle. Camine hasta la habitación, saqué del placard un vestido blanco con flores rojas. Hacía calor y el vestido se deslizaba fresco sobre mi piel mientras me lo ponía. Fui hasta el baño, me miré en el espejo, tenía el pelo largo sobre la espalda y los ojos livianos, casi transparentes. Cepillé mis dientes y Ella me sonrió desde el espejo. Se sentía frágil pero tenía ganas de tomar aire, así que me puse unas sandalias y salí.
La calle no estaba muy poblada, pero los gorriones ya no estaban en sus nidos, el Sol los había convocado y ellos volaban y se intercambiaban entre los árboles del parque.
Ahí me iba a quedar, bajo la sombra de ese eucalipto viejo y robusto. Primero me senté, el crujido frágil de las hojas me recibió y al rato ya estaba recostada boca arriba como una hoja seca.
El Sol podía verme por entre las ramas, el cuerpo rendido al pie del árbol. Me espiaba entre los pedacitos de las hojas que se movían con la brisa. Sus rayos eran brazos ardientes que me abrazaban comprensivos, mientras Ella se cargaba con esa energía que le daba seguridad.
El Sol le inundaba los pensamientos, todo era calma. En ese momento estaba siendo habitada por él. Mi cuerpo era un túnel vacío, oscuro dónde él atravesaba dulcemente con su calor creando cada parte de mí, los pies, las rodillas, el estómago, el pecho, se hacían reales con la fuerza de su energía. La sangre brillaba bajo mi piel. Ella se sentía completa, era como estar en el útero materno, era feliz.
Yo miraba el cielo a lo largo, tendida en el pasto, pensativa.
Contaba cuántos pájaros volaban y atravesaban mi visión.
Ese día Ella había estado triste por completo. Me había despertado a la madrugada temprano con la garganta llena de angustia.
Se preguntaba muy preocupada por qué no había podido enamorarse de ese hombre que sinceramente la amaba. Se preguntaba e inmediatamente se sentía culpable. No había podido sostener uno de los sentimientos más valiosos del ser humano.
No creía lo suficientemente en el amor? No se sentía merecedora?
Era un sentimiento desconocido para Ella. Mientras tanto, yo tomaba mate y miraba como los árboles iban tomando color bajo el sol de la mañana.
El amor existe pero no es como lo imaginás. Yo trataba de consolarla diciéndole que el amor era como el Sol, era una energía creadora más que un sentimiento de conquista y de posesión como el que él había tenido por Ella.
Yo había nacido gracias a esta energía creadora. Ella tenía que recuperar la esperanza para reconocer al amor porque formaba parte de la esencia de mi ser.
Estas palabras la tranquilizaban y tuvo ganas de salir a la calle. Camine hasta la habitación, saqué del placard un vestido blanco con flores rojas. Hacía calor y el vestido se deslizaba fresco sobre mi piel mientras me lo ponía. Fui hasta el baño, me miré en el espejo, tenía el pelo largo sobre la espalda y los ojos livianos, casi transparentes. Cepillé mis dientes y Ella me sonrió desde el espejo. Se sentía frágil pero tenía ganas de tomar aire, así que me puse unas sandalias y salí.
La calle no estaba muy poblada, pero los gorriones ya no estaban en sus nidos, el Sol los había convocado y ellos volaban y se intercambiaban entre los árboles del parque.
Ahí me iba a quedar, bajo la sombra de ese eucalipto viejo y robusto. Primero me senté, el crujido frágil de las hojas me recibió y al rato ya estaba recostada boca arriba como una hoja seca.
El Sol podía verme por entre las ramas, el cuerpo rendido al pie del árbol. Me espiaba entre los pedacitos de las hojas que se movían con la brisa. Sus rayos eran brazos ardientes que me abrazaban comprensivos, mientras Ella se cargaba con esa energía que le daba seguridad.
El Sol le inundaba los pensamientos, todo era calma. En ese momento estaba siendo habitada por él. Mi cuerpo era un túnel vacío, oscuro dónde él atravesaba dulcemente con su calor creando cada parte de mí, los pies, las rodillas, el estómago, el pecho, se hacían reales con la fuerza de su energía. La sangre brillaba bajo mi piel. Ella se sentía completa, era como estar en el útero materno, era feliz.
jueves, 11 de septiembre de 2008
Calma chicha
Me carne las ganas
me ganan las aguas
me quedan algunos ratos de calma
sobre todo la cama
sobre nada la espera.
Un insecto inoportuno triunfó el fracaso
Se fue de frasco y abarcó el futuro
pero al no ver frutos desistió al destino
y corrió al refugio plagado de ratas.
Pesadillas a la hora de la siesta. Guacha editora 2005
me ganan las aguas
me quedan algunos ratos de calma
sobre todo la cama
sobre nada la espera.
Un insecto inoportuno triunfó el fracaso
Se fue de frasco y abarcó el futuro
pero al no ver frutos desistió al destino
y corrió al refugio plagado de ratas.
Pesadillas a la hora de la siesta. Guacha editora 2005
A pala y pico
Aseguré el entierro sin preludio alguno.
Mientras esforzaba lo último en puñados de tierra
vino a mí una estampida de recuerdos frescos para atacarme por última vez.
Me alejé como un disparo
para disuadir cualquier posibilidad de venganza
saltando al grito de ¡Libertad!
Pesadillas a la hora de la siesta. Guacha editora 2005
Mientras esforzaba lo último en puñados de tierra
vino a mí una estampida de recuerdos frescos para atacarme por última vez.
Me alejé como un disparo
para disuadir cualquier posibilidad de venganza
saltando al grito de ¡Libertad!
Pesadillas a la hora de la siesta. Guacha editora 2005
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