Ese domingo yo había dormido profundo hasta tarde.
Me extraviaba boca arriba
en posiciones cómodas
en movimientos placidos
que me desorientaban al volver repentinamente
a un presente estático.
Había soñado con el.
El refluía de las catacumbas y estaba conmigo
diciéndome palabras tan suaves que me daban ganas de llorar
pero no lloraba, el aire cálido se volvía húmedo, pesado
entonces llovía y el me seguía por la calle
sabía que donde yo fuera lo iba a estar esperando
se sentía en el aire pegajoso como el azúcar
mientras se va derritiendo bajo el sol.
Ahora me sentía dulce
y me daba cuenta porque el me hablaba
con la ternura con la que se le habla a los niños,
como contándome un cuento
me decía - quiero hacer una poesía de vos –acariciándome suave
hamacando mi cuerpo colgado de sus brazos
que le entregue mi peso, mi fuerza, mis deseos y mis penas
para estar liviana y poder suspenderme en la atmósfera
y ser sólo espíritu.
No era la muerte
era un sueño
no existía la muerte entre nosotros.
lunes, 29 de septiembre de 2008
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1 comentario:
Que hermoso!!! bellísimas imágenes!! te leo siempre, me sorprendo siempre!! besos!!
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