miércoles, 30 de julio de 2008

"Un cuento pequeño"

La alumna risueña resalta fluorescente su boca desdentada.
En la mirada inocente un brillo metálico refleja su curiosidad.

En clases de plástica mezcla plastilinas en orgías de color,
chorrea plasticola en sus manitas pícaras.

Sentada sobre los pupitres, cual estatua mitológica, canta ensimismada
en gritos virginales.
Su cola de pelo es maciza y rubia, ya no está tan tirante como al comienzo. Embriagada de risa corre alrededor de los niños como ninfa salvaje.
Tras la pila de papel glasé y materiales brillantes, entre tijeras y marcadores, transpira el maestro que espía sigiloso. Invisible su mirada rebota en los cuerpecitos de los niños, proyecta sus fantasías.
Ninguno nota la intención de su mirada, a no ser por la niña más traviesa de la clase que parece reaccionar bajo su influencia.

Es un día caluroso. El maestro y la niña caminan juntos por veredas muy soleadas.
Ella se dirige a su casa, sin prisa, como siempre. Lleva puesto un vestido muy finito, con cerezas dulces y voladitos que se alzan a cada paso descubriendo la dorada piel.
El ritmo de su andar pegadizo contagia al maestro una especie de confianza y se apresura a invitarle un helado.
La niña de ojos almendrados lo mira endulzada por la propuesta y como si supiera que él la va a seguir corre hasta la heladería mirando hacia atrás para ver si es alcanzada.
Él se apura, riendo por la rapidez de la niña, que ya está en puntitas de pie sobre el mostrador, pidiendo un cucurucho de chocolate y crema
Al verla, la toma de la mano un poco nervioso.

Salen de la heladería para que la niña saboree su helado en una silla hamaca donde sube de un salto. Él sostiene el helado y se sienta a su lado devolviéndoselo.
La niña lo agarra con las dos manos, sorprendida del tamaño cremoso que sostiene, y con los piecitos cruzados comienza a chuparlo.

Él la observa, ella lame como un gatito, pintándose la trompita, mirándolo de reojo. Luego abre la boca en un gesto muy expresivo y se lo mete por completo saboreándolo hasta la punta. Lo mira, se ríe y suspira - Es muy grande - dice.

Él fija su mirada en la boca de la niña. Es una cereza como las que lleva en el vestido y se abre lentamente desplegando una lengua áspera que acaricia resbalando en la crema.

El maestro cruza las piernas disimulando la erección que lo avergüenza, pero ella no parece notarlo y le acaricia la cara, jugando con la mano pegajosa. El contacto con la niña le provoca un escalofrío que le recorre todo el cuerpo y lo precipita.

Ahora, de los adorables labios gotea un rojo intenso que chorrea sobre el helado. El maestro se excita ante la sangre que irrumpe de una carcajada y mancha violentamente la pureza de la blanca crema. Se acerca conteniéndose. Toca los labios que arden de temperatura pero ya no hay sangre. Ella lo abraza y se cuelga de su cuello. La respiración de la niña se agita en sus oídos. La alza en brazos, mirando a su alrededor - Algo grave debe sucederle - piensa, y como sin darse cuenta se la lleva a su casa rápidamente.

1 comentario:

manuel dijo...

Documentos, por favor.

Tiene derecho un abogado y a una llamada telefónica.

;)


(este párrafo está muy bueno

"Él la observa, ella lame como un gatito, pintándose la trompita, mirándolo de reojo. Luego abre la boca en un gesto muy expresivo y se lo mete por completo saboreándolo hasta la punta. Lo mira, se ríe y suspira - Es muy grande - dice."

)